Sé que un día llegué a París, sé que estuve un tiempo
viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen y viendo lo que otros ven. Sé
que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos hablamos. Esa tarde
todo anduvo mal, porque mis costumbres argentinas me prohibían cruzar
continuamente de una vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en
las vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo.
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