Gracias por:
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Las mañanas congeladas vistas desde al lado de la
estufa.
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La contingencia del
despertador.
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Almuerzos ricos sin horario.
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Los vestidos con medias gruesas, aptos para el
disfrute, pero no para el trabajo.
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No tener que tomar decisiones importantes. Ni para mi, ni para otros.
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La indescriptible calidad de vida que implica que mi
vecino de abajo se haya ido de vacaciones (Ausencia de gritos advenedizos para
estos oídos).
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Siestas interminables.
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Lecturas hasta las 2 de la mañana, sin pensar que al
día siguiente madrugo.
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El bienestarque sólo el dolce far niente produce.
Hasta enero, amiga.
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