Mi vecino de abajo, su mujer y su hijo.
Sus vacaciones terminaron. Para ellos y para mi.
Lo supe, en el momento en que su vozarrón irrumpió en mi cuarto.
Entendí que el silencio iba a ser una sólo una posibilidad, que no depende de mi.
Entendí que estoy a merced de su televisor y radio, de sus conversaciones, de sus discusiones de pareja, de los llamados telefónicos, del disciplinamiento a los gritos, de los asados en el patio, de las fiestas familiares, de los encuentros con amigos.
Entendí.
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